Naturalmente esta pregunta conduce a esta otra. Puesto que Jesús dijo: "Bienaventurados los afligidos", ¿hay mérito en proporcionarse aflicciones agra vando sus pruebas con sufrimientos voluntarios? A esto contestaré muy claro. Si hay un gran mérito cuando los sufrimientos y las privaciones tienen por objeto el bien del prójimo, porque es la caridad por el sacrificio; no, cuando no tienen otro objeto que uno mismo, porque eso es un egoísmo fanático. Aquí debe hacerse una gran distinción; en cuanto a vosotros, personalmente, contentáos con las pruebas que Dios os envía, y no aumentéis la carga, ya de por sí muy pesada a veces: aceptadlas sin murmurar y con fe; es todo lo que El os pide. No debilitéis vuestro cuerpo con priva ciones inútiles y maceraciones sin objeto porque tenéis necesidad de todas vuestras fuerzas para cumplir vues tra misión de trabajo en la tierra. Torturar y martiri zar voluntariamente vuestro cuerpo, es contravenir a la ley de Dios , que os dalos medios de sostenerle y fortificarle; debilitar los innecesidad, es un verdadero suicidio. Usad, pero no abuséis, tal es la ley; el abuso de las mejores cosas, lleva consigo mismo el castigo en sus consecuencias inevitables.
Otra cosa es con respecto a los sufrimientos que uno se impone para el alivio del prójimo. Si sufrís frío y hambre para calentar y alimentaral que tiene necesidad y por lo cual vuestro cuerpo padece, este es un sa crificio que Dios bendice. Vosotros, los que dejáis vuestros perfumados tocadores para ir a las infectadas bohardillas a llevar el consuelo; vosotros, los que ensuciáis vuestras delicadas manos curando llagas; vosotros, los que os priváis de lesueño para velar a la cabe cera del enfermo que es vuestro hermano en Dios; vos otros en fin, los que gastáis vuestra salud en la prác tica de las buenas obras, ya tenéis vuestro silicio, ver dadero silicio de bendición, porque los goces del mundo no han secado vuestro corazón, no os habéis dormido en el seno de las voluptuosidades enervadoras de la for tuna, consoladores de los pobres desheredados.
Mas vosotros, los que os retiráis del mundo para evi tar sus seducciones y vivir en el aislamiento ¿para qué servís en la tierra? ¿En dónde está vuestro valor en las pruebás, puesto que huís de la lucha y evitáis el combate? Si queréis un silicio, aplicadlo a vuestra alma y no a vuestro cuerpo; mortificad vuestro espíri tu y no vuestra carne; azotad vuestro orgullo, recibid las humillaciones sin quejaros, martirizad vuestro amor propio; sed fuertes contra el dolor de la injuria y de la calumnia, más punzante que el dolor corporal. Ese es el verdadero silicio cuyas heridas os serán tomadas en cuenta, porque atestiguarán vuestro valor y vuestra sumisión a la voluntad de Dios. (Un Angel Guardián. París, 1863).