domingo, 31 de mayo de 2015

CONVERSANDO CON LOS ESPÍRITUS. Por David Santamaría


Contamos con la presencia de David Santamaría del Centre Barcelonés de Cultura Espirita, de Barcelona, en nuestro centro Fraternidad Humana, para ofrecernos la conferencia Conversando con los Espíritus. 


David nos contestó a todas las preguntas principales sobre el cómo, para qué, quién, de qué se puede hablar con los espíritus; información que ha extraído de los libros de Allan Kardec y León Denis, los cuales poco se dejaron en explicarnos sobre el espiritismo y la mediumnidad.

A la pregunta de cómo debemos conversar con los espíritus nos recalcó la importancia de los aspectos preliminares, como que la compañía espiritual es acorde a nuestra manera de ser y actuar; la preparación de los dirigentes en experiencia y estudio, pues tenemos una desventaja los encarnados con los desencarnados que es que nosotros no los podemos ver y ellos a nosotros sí, y que los responsables de la dirección de la reunión mediúmnica es de los encarnados principalmente, los desencarnados sólo nos ayudan y amparan; también es de suma importancia la actitud de los asistentes que ayudan con pensamientos elevados y oración; y que el entorno físico de la reunión debe ser sencillo, serio, calmado y acogedor.

Nos comentó sobre el animismo, que si el espíritu del médium necesita manifestarse y amparo, es algo que se debe acoger como parte del trabajo.
Las tareas de una reunión resumidamente es que unos orienta, otros dirigen, muchos ayudan y todos aprenden.

Cómo se debe hablar con los espíritus, como se habla con un encarnado, con educación y respeto, con firmeza pero sin autoritarismo, con sentimiento de fraternidad para ayudar a los sufrientes, hay que discrepar si se considera necesario y sin enjuiciar.

Quién debe dialogar con los espíritus, al igual que en otras reuniones serias, el director de la reunión o a quien el director indique. Debe haber designado previamente un sustituto del director por si fuera necesario. Nadie debe responder si el director no lo autoriza; aunque el director no está exento de equivocación, pero ese hecho se debe matizar después.

De qué se puede conversar con los espíritus, se puede hablar de su situación en el mundo espiritual, de las circunstancias de su desencarnación, de cuestiones filosóficas y morales, sobre connotaciones morales de determinadas situaciones materiales, sobre cuestiones de salud material, acerca de las actividades de la institución; y a la pregunta de si se debe hablar de problemas personales, nos aconsejó tener cuidado con este tipo de preguntas y que recordemos que sus respuestas son siempre su opinión, la opinión del espíritu que habla, que no por estar desencarnado son dueños de la verdad o la razón.

No debe plantearse, chafarderías, invenciones, preguntas sobre el porvenir, ni de cómo conseguir trabajo, pareja, resultados de loterías o de perjudicar a nadie, o sobre la vida de otros mundos, Ovnis o extraterrestres.
Para qué conversamos con los espíritus, básicamente para instruirnos, para ayudar a los que lo están pasando mal, nos explicó que los espíritus enganchados a lo material les cuesta escuchar a los desencarnados por su conversación con el pensamiento, más telepática; para mejorarnos moralmente. A la pregunta de, para tener noticias de familiares desencarnados, nos aconsejó que es mejor invocaciones abiertas, pues hay que ir con mucho cuidado. También son para comprender mejor como es la vida en el mundo espiritual, para entender el objetivo de la vida, para superar el miedo a la muerte; aquí nos detalló que nuestro miedo es más de cómo moriremos, pero hay que tener confianza en Dios y en lo que nos merecemos.

Con quién se puede hablar, en principio con cualquiera, pero hay que pensar que no todos los grupos son adecuados para cualquier espíritu; es mejor hablar con espíritus normales, pues de todos se puede aprender y no es necesario grandes nombres.

Con quién se querría hablar, es una cuestión que debemos pensar que si la espiritualidad cree necesario hablar con dicho espíritu, dará esa oportunidad; si no es así, no se dará dicha conversación.

Pero, realmente… ¿Con quién se habla? La problemática de la identidad de los espíritus es una de las dificultades de la práctica del espiritismo, a menudo es imposible comprobar. Lo que sí interesa es la índole de la enseñanza que nos trae y no su nombre. Por ello es necesario el estudio, aunque no por ello dejará de cometer una usurpación; precisamente, surge cuestiones delicadas con matices bastante difíciles de captar y que tratemos de desentrañar. Nunca pecaremos por exceso de mantenernos en guardia contra ese tipo de usurpaciones, que tratan de inculcar las ideas más ridículas.

Es más fácil identificar a espíritus que hemos tratado, pero a las preguntas para saber su identidad pueden ofenderle; pero no deberían ofenderle, sino entender el porqué de esas preguntas. No sólo nos debemos fijar en la escritura y en la firma para reconocerlos.

Evocad a una roca y se manifestará. León Denis, libro En lo invisible.

Más extensamente nos detalló para la distinción de los espíritus buenos y los malos espíritus, pero en resumen nos explicó que su lenguaje está acorde con su sabiduría y elevación. No hay ninguna mala comunicación que pueda resistir a una crítica rigurosa; también depende del criterio del analista. El buen criterio es el del buen sentido.


Un buen espíritu sólo dice lo que sabe, es una buena prueba que no finjan saberlo todo; no nos ordenan, nos aconsejan, son discretos y no nos adulan.
Los espíritus conservan los perjuicios, predicciones e incluso manías.
Para juzgar a los espíritus, hay que saber juzgarse antes a sí mismo; pero tenemos el juicio para evaluar los mensajes, y es mejor rechazar 100 verdades que aceptar una sola falsedad. La buena intención no es suficiente, hay que ser consecuente con nuestros actos y palabras. Hay que tener autoridad moral para saber tratar a los burlones. Sólo hay que asomarse para la realidad del Mundo espiritual; pero no debemos buscar, los espíritus se manifiestan si quieren, si pueden, si se lo permiten.

Las reglas elementales son la humildad, el estudio y la perseverancia, sólo estas características propician que, a lo largo, podamos se merecedores del apoyo de los Espíritus instruidos.

La mediumnidad es una herramienta de trabajo, no un don o una gracia; y es más correcto decir el buen médium no el médium correcto, pues esta palabra denota el hecho de perfección y es algo no posible.


jueves, 28 de mayo de 2015

LOS BUENOS ESPIRITAS - EVANGELIO

El Espiritismo bien comprendido, pero sobre todo bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expresados anteriormente, que caracterizan al verdadero espiritista como al verdadero cristiano, siendo los dos una misma cosa. El Espiritismo no viene a crear una moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la de Cristo, dando una Fe sólida e ilustrada a los que dudan o vacilan.

Pero muchos de los que creen en las manifestaciones no comprenden ni sus
consecuencias, ni su objeto moral; o, si los comprenden, no se las aplican a sí mismos. ¿En qué consiste esto? ¿Es un defecto de precisión de la doctrina? No, porque no contiene ni alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones; su esencia es la misma claridad, y esto es lo que constituye su fuerza, porque se dirige a la inteligencia. Nada tiene de misteriosa, y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.

¿Para comprenderla, es preciso una inteligencia privilegiada? No, porque se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que las inteligencias
vulgares, y aun de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices más delicados con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia, sólo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial
requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado. 

En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al espíritu desprenderse de las cosas de la tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no dejan fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen; la creencia en los espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada sus tendencias instintivas; en una palabra, sólo ven un rayo de luz
insuficiente para conducirles y darles una aspiración poderosa y capaz de vencer sus inclinaciones. Se fijan en los fenómenos más que en la moral, que les parece venal y monótona; piden sin cesar a los espíritus que les
inicien en nuevos misterios, sin preguntar si se han hecho dignos de entrar en los secretos del Creador. Estos son los espiritistas imperfectos, de los cuales algunos se quedan en el camino o se alejan de sus hermanos en creencias, porque retroceden ante la
obligación de reformarse, o reservan sus simpatías para los que participan de sus
debilidades o de sus prevenciones. Sin embargo, la acepción del principio de la doctrina es el primer paso que les hará el segundo más fácil en otra existencia.

El que puede con razón calificarse de verdadero y sincero espiritista, está en un grado superior de adelantamiento moral; el espíritu, que domina más completamente la materia, le da una percepción más clara del porvenir; los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen mudas en los primeros; en una palabra, fue tocado en el corazón; su Fe es también a toda prueba. El primero es como el músico que se conmueve por ciertos acordes, mientras el otro sólo comprende los sonidos. Se reconoce el verdadero espiritista por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones, mientras el uno se complace en un horizonte limitado, el otro, que comprende alguna cosa mejor, se esfuerza en ir más allá y lo consigue siempre cuando para ello tiene una firme voluntad.


lunes, 18 de mayo de 2015

EL HOMBRE DE BIEN

Hoy en nuestro centro hemos hablado sobre El hombre de bien, unas de las secciones  del capítulo XVII de El Evangelio según el Espiritismo.

3. El verdadero hombre de bien es el que practica la ley de justicia, de amor y de caridad en su más grande pureza. Si pregunta a su conciencia sobre sus propios actos, mira si ha violado esta ley; si no ha hecho daño, si ha hecho todo el bien que ha podido, si ha despreciado voluntariamente alguna ocasión de ser útil, si alguien tiene quejas contra él; en fin, si ha hecho a otro lo que hubiera querido que hicieran por él.

Tiene fe en Dios, en su bondad, en su justicia y en su sabiduría; sabe que nada sucede sin su permiso, y se somete en todas las cosas a su voluntad.

Tiene fe en el porvenir; por esto coloca los bienes espirituales sobre los
temporales.

Sabe que todas las vicisitudes de la vida, todos los dolores, todos los
desengaños, son pruebas o expiaciones y las acepta sin murmurar.

El hombre poseído del sentimiento de caridad y de amor al prójimo hace bien
por hacer bien, sin esperanza de recompensa; devuelve bien por mal, toma la defensa del débil contra el fuerte, y sacrifica siempre su interés a la justicia.

Encuentra su satisfacción en los beneficios que hace, en los servicios que presta, en las felicidades que reparte, en las lágrimas que enjuga y en los consuelos que da a los afligidos. Su primer impulso es pensar en los otros antes que pensar en sí, buscar el interés de los otros antes que el suyo propio. El egoísta, al contrario, calcula los provechos y las pérdidas de toda acción generosa.

Es bueno, humano y benévolo para con todo el mundo, sin excepción de razas
ni de creencias, porque mira a todos los hombres como hermanos.

Respeta en los demás todas las convicciones sinceras, y no anatematiza a los que no piensan como él.

En todas las circunstancias la caridad es su guía; dice que el que causa perjuicio a otro con palabras malévolas, que hiere la susceptibilidad de otro por su orgullo y desdén, que no retrocede ante la idea de causar una pena, una contrariedad, aun cuando sea ligera, pudiendo evitarlo, falta al deber de amor al prójimo y no merece la clemencia del Señor.

No tiene odio, ni rencor, ni deseo de venganza; a ejemplo de Jesús, perdona y
olvida las ofensas y sólo se acuerda de los beneficios; porque sabe que él será perdonado, así como él mismo habrá perdonado.

Es indulgente para con las debilidades de otro; porque sabe que él mismo
necesita de indulgencia y se acuerda de aquellas palabras de Cristo: "Que el que esté sin pecado arroje la primera piedra".

No se complace en buscar los defectos de otro ni en ponerlos en evidencia. Si la necesidad le obliga, busca siempre el bien que puede atenuar el mal.

Estudia sus propias imperfecciones y trabaja sin cesar para combatirlas. Todos
sus esfuerzos consisten en poder decir al día siguiente, que hay en él alguna cosa mejor que en la víspera.

Nunca procura hacer valer su imaginación ni su talento a expensas de otro; por el contrario, busca todas las ocasiones de hacer resaltar lo que es ventajoso para los demás.

No está envanecido por su fortuna, ni por sus ventajas personales, porque sabe que todo lo que se le ha dado, puede perderlo.

Usa, pero no abusa de los bienes concedidos, porque sabe que es un depósito del cual deberá dar cuenta y que el empleo más perjudicial que pudiese hacer de ellos para sí mismo, es hacerlos servir para satisfacción de sus pasiones.

Si el orden social ha colocado a los hombres bajo su dependencia, les trata con bondad y benevolencia, porque son sus iguales delante de Dios; usa de su autoridad para moralizarles y no para abrumarles por su orgullo, evitando lo que puede hacer más penosa su posición subalterna.

El subordinado, por su parte, comprende los deberes de su posición y procura
cumplirlos religiosamente. (Cap. XVII, nº 9).

El hombre de bien, en fin, respeta en su semejante todos los derechos que dan las leyes de la naturaleza como quisiera que se respetaran en él.

Esta no es la relación de todas las cualidades que distinguen al hombre de bien; pero cualquiera que se esfuerce en poseerlas, está en camino de poseer las demás.


El verdadero hombre de bien, es el que actúa de acuerdo con las Leyes de Dios, sabiamente prescritas por Jesús en su Evangelio, es decir, cumpliendo la Ley de Justicia, de Amor y de Caridad, en su mayor pureza.




sábado, 16 de mayo de 2015

SED PERFECTOS. CARACTERES DE LA PERFECCIÓN.

En el Evangelio realizado esta semana en nuestro centro, nos ha tocado empezar un nuevo capítulo, Sed perfectos; en el cual hemos leído y debatido su primer apartado, Caracteres de la perfección.

Caracteres de la perfección
1. Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y orad por los que os persiguen y calumnian; porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si tan sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que los otros? ¿No hacen esto mismo los paganos? -"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto". (San Mateo, cap. V, v. 44, 46, 47 y 48.)

2. Puesto que Dios posee la perfección infinita en todas las cosas, esta máxima: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto", tomada literalmente supondría la posibilidad de alcanzar la perfección absoluta. Si le fuese dable a la criatura el ser también perfecta como el Creador, sería igual a Él, lo que es inadmisible. Pero los hombres a quienes se dirigía Jesús no habrían comprendido esta
diferencia, y por eso se limita a presentarles un modelo y les dice que se esfuercen para alcanzarlo.

Es, pues, preciso entender por estas palabras la perfección relativa de la que la Humanidad es susceptible y que más la aproxima a la Divinidad. ¿En qué consiste esta perfección? Jesús lo dijo: "Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odian, orad por los que os persiguen y calumnian". Él muestra con esto que la esencia de la perfección es la caridad en su más alta acepción, porque ella implica la práctica de todas las demás virtudes.

En efecto, si se observan los resultados de todos los vicios y aun de los simples defectos, se reconocerá que no hay uno siquiera que no altere más o menos el sentimiento de la caridad, porque todos tienen su principio en el egoísmo y en el orgullo, que son su negación; porque todo aquello que sobreexcita el sentimiento de la personalidad, destruye, o al menos debilita, los elementos de la verdadera caridad, que son la benevolencia, la indulgencia, la abnegación, y el afecto. El amor al prójimo llevado hasta el amor de los enemigos, no pudiéndose unir con ningún defecto contrario a la caridad, es, por lo mismo, indicio de mayor o menor superioridad moral; de donde resulta que el grado de perfección está en razón directa de la extensión de este amor; por esto Jesús, después de haber dado a sus discípulos las reglas de caridad en lo que tienen de más sublime, les dijo: "Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto".


La práctica de la caridad, en su más amplia acepción, constituye el único camino para la conquista de la perfección. Se manifiesta en el amor al prójimo extensivo a nuestros enemigos; en hacer el bien a los que nos odian; en orar por los que nos persiguen y calumnian.

viernes, 1 de mayo de 2015

1 de Maig Diada de Germanor 2015

Un año más nos reunimos para el día de la fraternidad, donde cada uno hemos dado un poquito de nosotros para que esta unión se fortalezca. Nuestra amada presidenta María Girbau dió la bienvenida a todos, haciendo un repaso de varias actividades realizadas este año, de lo que se está haciendo, y de lo que nos queda todavía por delante. "Miguel Vives y Vives, el fundador de Fraternidad Humana, de quien somos seguidores, y sabemos la gran dificultad de llegar a la altura de una persona tan brillante, elocuente y altruista; pedimos inspiración, ayuda y comprensión en nuestra aportación que el tanto quiso." 
Nuestro amigo y divulgador de la doctrina de los espíritus, Wellington Bossi nos comentó los tres casos en que las cartas psicografíadas por Chico Xavier fueron usadas como pruebas en los tribunales brasileños, siendo piezas fundamentales para demostrar la inocencia de tres asesinatos, que resultaron ser accidentales, donde las propias víctimas, ya fallecidas, buscan al médium y por su intermedio escriben las cartas. 
María Mercedes y Josep Martin comparten sus experiencias en el proceso del desarrollo mediúmnico, con varias anécdotas. Vicky Montero nos trae una pequeña charla sobre el decálogo de la felicidad, diez pasos del autodescubrimiento hasta la plenitud. Se dejó el micro abierto para todos los que quisieran compartir algo y como siempre la iniciativa nos sorprendió, de todas las edades con un solo amor, tuvimos poesías, una carta a mi abuelito, etc. Y luego nuestra tan rica fideuá vegetariana, hummmmm,... 
Terminamos la tarde después de ver la película "el cambio" un amistoso coloquio sobre la misma. ¡Nuestro más sincero agradecimiento a todos los que han estado con nosotros, encarnados y desencarnados, a todos los centros que han venido a disfrutar con nosotros de este día tan especial, gracias de todo corazón, y os esperamos en el próximo 01 de mayo!