
verdaderamente digna de este nombre, no pretende adquirir fama; se adivina, pero se oculta en la oscuridad, y huye de la admiración de la multitud. San Vicente de Paul era virtuoso; el digno cura de Ars era virtuoso, y también muchos otros poco conocidos del mundo, pero conocidos de Dios.
Todos esos hombres de bien ignoraban ellos mismos que fuesen virtuosos; se dejaban llevar por la corriente de sus santas inspiraciones y practicaban el
bien con un desinterés completo y un entero olvido de sí mismos.

multitud de pequeñas torpezas y odiosas falsedades.
En principio, el hombre que se exalta a sí mismo, que levanta una estatua a su propia virtud, sólo por este hecho aniquila todo el mérito efectivo que puede tener. Pero ¿qué diré de aquel cuyo valor consiste en parecer lo que no es? Yo quiero admitir que el hombre que hace bien, sienta en el fondo de su corazón una satisfacción íntima, pero desde que esta satisfacción se manifiesta, fuera para recoger elogios, degenera en amor propio.
¡Oh, todos vosotros a quienes la fe espiritista ha calentado con sus rayos, y que sabéis cuán lejos está el hombre de la perfección, no caigáis nunca en semejante falta! La virtud es una gracia que yo deseo a todos los sinceros espiritistas, pero les diré: Más vale menos virtud con la modestia, que mucha con el orgullo. Por el orgullo las humanidades sucesivas se perdieron y por la humildad deberán redimirse un día. (Francisco-Nicolás-Madaleine. París, 1863).
La virtud constituye la meta de perfección que, un día, todos alcanzaremos. Hombre virtuoso es el hombre evangelizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario