lunes, 8 de junio de 2015

PARÁBOLA DE LA SEMILLA - EVANGELIO

Disculpas, vamos con un poco de retraso, este es el Evangelio que se realizó la semana pasada en Fraternidad Humana.


5. En aquel día saliendo Jesús de casa, se sentó a la orilla del mar; y se reunió a su alrededor una gran multitud de personas, por eso se subió a un barco donde se sentó, estando el pueblo en la ribera.

Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: 

He aquí que salió un sembrador a sembrar, y cuando sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves del cielo y las comieron.

Otras cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían mucha tierra; y
nacieron luego porque no tenían tierra profunda. Mas al saliendo el sol, se
quemaron y se secaron, porque no tenían raíz.

Y otras cayeron sobre el espinar; y crecieron las espinas y las ahogaron. 

Y otras cayeron en tierra buena y dio fruto, algunos granos rindieron ciento por uno, otros sesenta, y otros treinta.

El que tenga oídos para oír, oiga. (San Mateo. cap. XIII, v. de 1 a 9).

Vosotros, pues, escuchad la parábola del que siembra.
Cualquiera que oye la palabra del reino, y no le da importancia, viene el malo y arrebata lo que se sembró en su corazón: este es el que recibió la semilla junto al camino.

Mas el que fue sembrado sobre las piedras, este es el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo, pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración. Y cuando le sobreviene obstáculos y persecución por la palabra, la toma pronto por objeto de escándalo y de caída.

Y el que fue sembrado entre las espinas, este es el que oye la palabra, pero los cuidados de este siglo y el engaño de las riquezas, ahogan la palabra y la vuelven sin fruto.

Y el que fue sembrando en tierra buena, este es el que oye la palabra, le presta atención y la entiende y da fruto; rindiendo una a ciento, otra a sesenta o otra a treinta. (San Mateo, cap. XIII, v. de 18 a 23).

6. La parábola de la semilla representa perfectamente los cambios que existen en la manera de aprovecharse de las enseñanzas del Evangelio. ¡Cuántas personas hay para las cuales es sólo una letra muerta, que, semejante a la semilla que cavó en las piedras, no produce ningún fruto!

Encuentra una aplicación no menos justa en las diferentes categorías de los
espiritistas. ¿Acaso no es este el emblema de aquellos que sólo se concretan a fenómenos materiales, y no sacan de ellos ninguna consecuencia porque sólo ven un objeto de curiosidad? ¿De aquéllos que sólo buscan la brillantez en las comunicaciones de los espíritus y no las toman con interés sino cuando satisfacen su imaginación, pero que después de haberlas oído están tan fríos e indiferentes como antes? ¿Que encuentran los consejos muy buenos y los admiran, pero los aplican a los demás y no a ellos mismos? ¿De aquellos, en fin, para quienes estas instrucciones son como la semilla que cayó en tierra buena y produce frutos?


El estudio del Evangelio de hoy debe hacernos estudiarnos a nosotros mismo, ser sinceros y analizar donde nos cae sus palabras; saber si las Leyes Divinas están haciendo su fruto en nosotros e intentar corregirlo si no es así. 


Se conoce al árbol por sus frutos







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